Monseñor Oscar Arnulfo Romero |
"He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirle que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño." |
Durante
la guerra civil de este país que daba comienzo en 1979, Monseñor Romero se
convirtió en la "voz de los sin voz" y en "el pastor del rebaño
que Dios le había confiado" por su férrea defensa de los derechos de los
pobres y marginados; intervino en el conflicto social que estaba
destruyendo a su país y a su gente. Dio noticias de las desapariciones de la
población civil, de las torturas y matanzas de las Fuerzas Armadas y se atrevió
a seguir denunciando el gobierno corrupto en un terreno resbaladizo del juicio
histórico. Se atrevió a dar nombres y apellidos para describir esa opresión de
los pobres que, como enseña el Catecismo de de San Pío X, clama venganza ante
Dios. Son muchos los militares y periodistas los que asistieron a sus sermones
que siempre trataron de la actualidad del país y Monseñor Romero recurrió a las
palabras de San Agustín y Santo Tomás para justificar a quien se levanta contra
las leyes opresoras. La defensa de los pobres siempre fue su criterio para
juzgar la política.
Monseñor
Romero, luego de luchar por los derechos humanos de los pobres y de los
oprimidos por el gobierno, cae asesinado por un certero disparo de calibre 25
directo al corazón, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba una misa en
la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador. Fue en este
día que los corazones salvadoreños se manifestaron y se dividieron. Mientras
unos lloraban la muerte de Monseñor ante el cuerpo sacrificado a los pies del
altar, otros celebraban y brindaban por "la ejecución de ese comunista". Su muerte martirial sancionó para siempre su vida y lo ha
convertido en una buena noticia para los hombres de nuestro mundo
contemporáneo. Es el símbolo real de muchos mártires, sobre todo de la multitud
de mártires anónimos, porque su disposición fue siempre de dar su vida por
Dios.
La
figura y el legado de Monseñor Romero sigue generando simpatía entre la
población salvadoreña, especialmente entre los pobres. Pero también su figura
es rechazada por los poderosos, quienes siempre le criticaron su posición en
contra del gobierno y de las fuerzas armadas de El Salvador que cometían actos
de brutalidad entre la población campesina. En medio de una historia de dolor,
vivió y compartió con los pobres su fe inquebrantable en el Señor de la Vida,
la esperanza de ver realizada en El Salvador la realidad cristiana de unos
cielos nuevos, de una tierra nueva, y una caridad no sólo anunciada, sino
encarnada en el destino de los pobres. Con ellos, desde ellos y para todos proclamó
los grandes valores que Dios ha dado a la humanidad.
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