El
Salvador vivió una etapa de su historia que no había experimentado nunca. Una
guerra civil prolongada y sangrienta que dejó como resultado miles de muertos,
el estancamiento del desarrollo económico, la destrucción de una buena parte de
su infraestructura y la migración de miles de salvadoreños que abandonaron el
país. El fin de la guerra llegó en enero de 1992 con la firma de los Acuerdos
de Paz entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el
gobierno salvadoreño, con lo que se refunda el Estado y se sientan las bases
para un proceso de democratización.
En
la guerra civil salvadoreña el enfrentamiento armado se llevó a cabo entre las
fuerzas guerrilleras del FMLN y la Fuerza Armada de El Salvador (FAES).
El
objetivo del FMLN era tomar el poder a través de la vía armada, sacar a los
militares del control del gobierno e instaurar una sociedad de corte
socialista; mientras la FAES tenía como objetivo conservar el estado de cosas
existentes. Es decir, mantener el control del gobierno y proteger los intereses
de los grupos económicamente más poderosos que por años se habían beneficiado
económicamente a partir del control del aparato gubernamental.
Causas
Las
causas estructurales de la guerra pueden encontrarse por un lado, en la larga
permanencia de un régimen político autoritario, la falta de un gobierno
civil resultado de elecciones competitivas libres, un sistema legislativo
representativo, falta de independencia del poder judicial, total irrespeto a
los derechos humanos, ausencia de una prensa independiente o de un organismo electoral autónomo. Por décadas lo que prevaleció fue el ejercicio del
poder arbitrario, la intolerancia frente a la oposición política, el uso de la
fuerza ante las demandas de democracia, los golpes de Estado, la persecución a
los opositores políticos. Por otro lado, una estructura económica que
profundizaba la inequidad.
Consecuencias
Se estima que la guerra dejó un saldo de 75.000 muertos, en su mayoría civiles. Si se tiene en cuenta que en la década de 1980 la población de El Salvador rondaba los 4,5 millones de habitantes, ello equivale a decir que casi el 2% de la población perdió la vida en el conflicto. Decenas de miles de personas resultaron heridas físicamente (como consecuencia de armas de fuego, explosiones, minas antipersonales, etc.) y miles de ellos quedaron con mutilaciones que los incapacitaron de por vida. Miles, también, resultaron con graves secuelas psicológicas (si se tiene en cuenta las violaciones a las que fueron sometidas incontables mujeres y las torturas y vejaciones que padecieron otros tantos hombres). Numerosos niños quedaron huérfanos de padre, madre, o ambos.
Los
daños materiales fueron cuantiosos. Puentes, carreteras, torres de transmisión
eléctrica, etc. resultaron destruidos o severamente dañados; la fuga de
capitales, y la retirada del país o el cierre de innumerables empresas
hicieron que la economía del país se estancara durante más de una década. La
reconstrucción de la infraestructura se ha prolongado hasta la actualidad.
Desde
el punto de vista social, el costo también ha sido muy alto. La desmovilización
de los ex-combatientes y su reinserción a la vida civil han sido una dura labor
que aún continúa. Como consecuencia de la guerra, quedaron en manos de la
población civil miles de armas de fuego, lo cual propició el surgimiento de las
pandillas de jóvenes y adultos denominadas maras, dedicadas a la delincuencia y
al tráfico de drogas, y que han hecho de
El Salvador uno de los países (con
ausencia de guerra) más violentos del mundo. Por otro lado, cerca de 500.000
salvadoreños se vieron obligados a abandonar el país. La mayoría se radicó en
el estado norteamericano de California, donde los emigrados y sus descendientes
se han convertido en una importante fuerza económico-laboral, y las remesas de
dinero que envían a sus familiares en El Salvador se han transformado en uno de
los principales motores de la economía nacional
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