viernes, 15 de marzo de 2013

Anastasio Aquino y su Rebelión 1833



Después de la "independencia" de España, las provincias
centroamericanas y al interior de la mayoría de ellas, se suscitaron guerras entre conservadores y liberales, entre unionistas y separatistas de la Federación de las Provincias de Centro América, las fuerzas armadas de las facciones políticas estaban constituidas por indígenas, que habían sido reclutados forzosamente, es decir, llegaban a los poblados indígenas y para reclutarlos a la fuerza, recurrían prácticamente a la cacería humana para obligarlos a enlistarse en los ejércitos, e ir a pelear guerras que no le pertenecían y que si eran derrotados o salían victoriosos el ejército que lo había reclutado, el indígena en ambos casos no ganaba absolutamente nada, sólo lo habían instrumentalizado, si es que no quedaba mutilado o perecía en combate.

Los gobernantes de la época para financiar las guerras recurrían a la creación de nuevos impuestos onerosos, lo que provocaba un empeoramiento de las condiciones económicas y sociales del indígena, porque aumentaba su explotación casi al exterminio, los indígenas eran tratados peor que a bestias, los reclutaban para trabajos o servicios forzados, los terratenientes se abrogaban el derecho de infringir a los indígenas castigos corporales, con látigo, cepo y hasta mutilaciones, aumentó el ultraje y la humillación del indígena hasta niveles racistas.

La voracidad de los europeos era insaciable y les despojaron a la fuerza y de manera "legal" de las tierras propiedad de las comunidades indígenas con la ley de privatización de tierras baldías o realengos, el 27 de enero de 1825.


Los indígenas ya no soportaron esta situación dantesca y se sublevaron de forma esporádica y aislada en 1832, en las localidades de Izalco, Sonsonate, Ahuachapán, Tejutla, Chalatenango, Zacatecoluca, Santiago y San Juan Nonualco, y San Miguel.



Anastasio Aquino



De los niveles de injusticia el indígena solo se podía liberar con la muerte, se llegó a un límite de aguante, y los indígenas de las tribus nonualcas del departamento de La Paz y de San Vicente, se alzaron en armas liderados por el caudillo Anastasio Aquino, en enero de 1833.
 Anastasio Aquino logró formar un ejército de aproximadamente diez mil hombres, inclusive había combatientes que provenían de San Salvador, Ilopango y Soyapango, según sus enemigos eran solo unos tres mil combatientes, y si así hubiera sido ni Francisco Morazón tuvo un ejército de esas proporciones.
 La lucha del comandante Anastasio no fue por el cambio de poder político, porque de ser así se hubiera encaminado a San Salvador y deponer al presidente Mariano Prado, de todos modos ya había derrotado varias veces la fuerza armada. Anastasio llegó hasta Olocuilta, ciudad que estaba bajo su control militar, su lucha revolucionaria se circunscribía únicamente por la devolución de la tierra (que les habían robado los terratenientes, y que por ciento la gran mayoría de ellos eran curas), y el trato humano para con los indígenas (eran tratados peor que bestias de carga), su objetivo era la liberación de los indígenas y de los mestizos.

Anastasio pedía al gobierno salvadoreño el reconocimiento y autonomía política del territorio liberado por su ejército que comprendía los departamentos de La Paz y San Vicente, cuando bien pudo marchar hasta San Salvador y deponer al gobierno, y convertirse en el primer indígena presidente de un país de América Latina.

Una lluvia de plomo disparada por la fuerza armada de El Salvador, asesinó al héroe nacional, murió con una sonrisa, como diciendo la lucha continúa, no me han matado, sobreviré y reencarnaré en todo aquel indio y mestizo que defienda los derechos e intereses de los oprimidos.
Un verdugo miembro de la fuerza armada alzó una hacha y le cortó la cabeza de un solo tajo, era tanto el miedo que le tenían a la presencia y prestancia del caudillo que era necesario "matarlo dos veces", para estar seguro que Anastasio no viviría y para que nadie se recordara de él ni de su gesta libertaria.

Después de "asesinar varias veces" al comandante Anastasio Aquino, la fuerza armada persiguió a la familia del caudillo para asesinarla, ésta logró huir y esconderse en las montañas de La Paz y San Vicente, en donde el caudillo combatió las fuerzas del mal, por tal razón es muy difícil en la actualidad encontrar en descendientes de Anastasio Aquino.

El odio y el desprecio de la oligarquía salvadoreña hacia el indio y al mestizo llegan hasta el siglo XXI, y mantienen todavía las estructuras autoritarias, de corrupción y de impunidad.









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